-¿Donde los pongo?- exhaló en un estado de cansancio doloroso a Sophie cuando el proveedor de harinas dejó el pedido en la puerta.
-Me parece que el lugar más indicado sería en la cocina donde está papá.- Respondió acomodando los bizcochos en las bolsas de un cuarto.
-Uf… bueno, ahora los llevo, pero voy a tener que hacer varios viajes.
-Ja, ja, no te quejes, ¡tenés que parecer un hombre con los pantalones bien puestos!- se burló Sophie haciendo gesticulaciones graciosas.
-Ja-ja, que graciosa- fingió una sonrisa media, pero la convirtió en una cara seria muy rápido. La persona que hablaba si tenía apariencia de un muchacho joven de trabajo, que vestía un uniforme elegante y que hacía juego con su compañera de trabajo. Tanto los zapatos de vestir acordonados, como el pantalón negro de vestir y una camisa abotonada tanto en las mangas como en el cuello hasta arriba, con un moño ajustándolo. El chaleco resaltaba su esbelta y a la vez delgada figura. El pelo castaño oscuro lo tenía corto con flequillo hacia el costado derecho de su rostro, mientras el lado izquierdo, un mechón largo estaba aplastado detrás de la oreja con gel. Pero esta persona, con contextura y aspecto de un mayordomo de etiqueta, solo era una joven muchacha de dieciséis años de edad, que había conseguido un buen trabajo, con un buen sueldo y con un dueño y compañera de confianza. En la placa del nombre abrochado del lado izquierdo de su chaleco, se leía “Julián”, pero ese no es su nombre real, ese no es su aspecto cotidiano, solo es un “uniforme” de trabajo, como ella le aclaraba a su amiga todos los santos días desde que había conseguido el bendito puesto de cajera y mesera de la confitería “Cute-Cake”, de la Avenida Belgrano.
-No me parece necesario que me cargues por mi uniforme de trabajo. Hay lugares donde las personas tienen que vestirse de empanada para promocionar, en mi caso no es algo muy diferente, las condiciones eran “un hombre”, entonces, uno se adecua a los requisitos que da el que te ofrece el trabajo, es fácil.- Comentó fastidiada Julia, que con su mejor amiga no tenía problema para contestar rápido y clarito. Agarró los dos paquetes de seis kilos de harina que pudo dominar su peso, y se dirigió a la despensa donde el padre de Sophie guardaba los ingredientes.
-Uh, bueno, no te enojes por cualquier cosa, che, que sé perfectamente que te tomas muy a pecho todo lo que digo, si te lo vas a tomar así, no te hago más chistes, pero ni con eso, ni con nada.- se enojó, soltó las bolsas de los bizcochitos y fue a buscar el delantal blanco, que iba sobre su ropa de trabajo. Ésta consistía en unas sandalias negras ajustadas al tobillo, una pollera tubo negra y una camisa blanca manga corta, con el mismo chaleco que Julia pero más femenino, y con el cuello desabrochado en el primer botón. Su melena ondulada, pasaba un poco los hombros, pero ella siempre llevaba un peinado diferente porque su hermana mayor practicaba con ella para un curso de peluquería que había aprendido hace ya tres veranos atrás. El día de la fecha tenía solo una media colita y el flequillo al costado. Viéndolas de afuera, parecían una pareja de mozos, o mayordomo y sirvienta de una pastelería de disfraces, pero en eso consistía.
El padre de Sophie, Alfredo, era un reconocido pastelero de Avellaneda, y en su juventud se había armado su clientela y sus vecinos del barrio le compraban con toda confianza en lo que en un comienzo fue una panadería simple que un día decidió vender uno de sus cup cakes tan elogiados por la familia, y al ver que esos productos tenían tanto éxito a la hora de ser demandados, decidió pasar de ser solo una panadería, a ser una pastelería pequeña de barrio. Pero a medida que pasó el tiempo, sus vecinos y gente del barrio, hasta gente de toda la ciudad, corrieron la bola de que eran tan deliciosos y originales, que se expandió fácilmente. Así es como su esposa, y tres hijos comenzaron a ayudar en la pastelería, aunque Sophie no fuera de las mejores elaborando pasteles y creando recetas, su madre y su hermano sí, y acompañaban al padre en todo lo que podían, en cambio a ella le quedaba atender la caja registradora, con tal mala suerte que era fatal en matemática. Pero su hermano mayor decidió ayudarla y mientras él atendía la caja registradora, ella atendía a los clientes, sus padres cocinaban y su hermana mayor hacía las propagandas en su tiempo libre porque ella estudiaba en una universidad de estética.
A medida que fue creciendo el negocio, y reconociéndose el nombre de la pastelería, decidieron, en base a muchas conversaciones y consejos que les dieron sus personas de confianza, que su pastelería se convirtiera en confitería, donde se atendiera a las personas con pedidos de comida dulce y salada, aunque la especialidad de Alfredo eran los pasteles dulces. El lugar era más céntrico, así la gente que venía de otros lugares no tenía que andar buscando el barrio especifico para probar mayormente su especialidad, las cosas dulces. Ése es el origen de la confitería de renombre de Belgrano, y donde trabaja Julia.
-¡No te chivés!, igual, ugh- dijo Julia agarrando con todas sus fuerzas las otras tres bolsas de harina para volver a llevarlas- debo agradecer a tu hermano dejarme el puesto. ¿Está pasándola bien con la esposa? ¿Donde se habían ido a vivir?
-Ni me la nombres- volvió a empacarse- esa bruja maldita se lo llevó y ahora no va a volver hasta que termine de recorrer todo Sudamérica. Ni sabemos por donde anda ese andrajoso…
Sophie era muy apegada a su hermano porque siempre la consintió mucho. Puso cara de compungida y Julia se sintió mal por haber sacado el tema. Termina de depositar la bolsa donde iba y se dirige a Sophie a abrazarla a modo de consuelo.
-Perdón si saqué un mal tema, ya sabes que tengo menos tacto para sacar temas, pero estoy practicando eso de comunicar lo que realmente quiero decir. –Y al ver que hacía pucherito su amiga, la abrazó con una risa para que el habiente cambiara un poco. -Sos una bruta, te comportas más civilizada cuando sos nena.
-¿De qué habla señorita?- preguntó haciéndose la extrañada con una voz masculina- Yo soy Julián, Julián Benderu, querida. No entiendo de qué me habla cuando dice que me veo mejor de nena, ya que de hombre, soy tan atractivo que hasta tengo más éxito que como mujer- se acomodó el moñito haciendo un gesto masculino. Habían pasado mínimo un año que ya trabajaba en esa pastelería, aprendió como ser masculina adiestrada por el mismo Tobías, hermano de Sophie, porque era la heredera para el puesto.
-Hola, ¿interrumpo alguna situación romántica?- dijo una voz que era conocida para Julia.
-N-no, Hola señor Francisco, ¿que desea llevar hoy? –dijo ella con voz entrecortada.-Quiero tres de esos muffings – dijo él señalando la bandeja de cup cakes que descansaban sobre el mostrador- y… una pasta frola de batata por favor.
-Sí, son 20 pesos – dijo Julia haciendo la cuenta rápido mientras Sophie preparaba las cosas para dárselas.
-Como anda Danilo? Hace mucho que no lo veo. –comentó Sophie cuando le entregó la bolsa con todo.
-Bien, bien, grande y como está con los amiguitos del edificio no me acompaña ya mucho a comprar. Pero bien, igual, como verás, sigue pidiendo los pastelitos estos que siempre fueron sus favoritos.
-Me alegro que le gusten tanto – dijo Julia haciendo la voz un poco más grave de lo normal para simular la voz de hombre. Es fácil para Julia ser “hombre” ya que tanto su alta y esbelta figura le dan el cuerpo para que represente a un hombre, sus rasgos faciales no eran muy delicados y su pelo era corto por decisión propia. Su voz también era grave, por eso no necesitaba forzarla del todo. Su único complejo era la faja que aplastaba sus pechos muy fuertemente y prácticamente no dejaban a una respirar mucho.
-Gracias chicos, nos vemos, seguro más tarde vienen a merendar mi mujer con nuestro hijo –Sonrió como usualmente lo hacía para despedirse de ellas y se retiró.
-Dale, ahora, respira hondo, inhala, exhala, uf- Sophie palmeó la espalda de Julia un tiempo mientras la aludida respiraba nuevamente con dificultad.
-E-es tan lindo y simpático, me pone muy nerviosa dijo toda colorada como si hubiera subido mágicamente la temperatura de golpe.
-Sí, entiendo, pero si un chico se le declara a un hombre… que está casado y con un hijo, estaríamos en un problema.
-Si, pero yo soy…- cayó en la cuenta de que su uniforme de trabajo estaba con ella- es verdad, para él soy un chico. Pero… por ahí es homosexual.
-Eso se te volvería una desventaja, porque tu realidad es que sos una chica. Lo lamento mucho por vos, pero es tu amor platónico y nada más.
-Pero soñar no cuesta nada, ¿no?- se preguntó en voz baja Julia mientras se aproximaba a guardar el resto de los productos que el proveedor le había dejado en la puerta.
Julia no estaba trabajando solo por estar con su amiga, y no estaba tampoco porque le gustara trabajar de cajero, si, cajero porque es un hombre supuestamente, si no que trabajaba por ser independiente, y al mismo tiempo quería demostrarle a su madre que ella podía vencer su debilidad: hablar directamente con las personas. Al contrario de Sophie, Julia no era una persona muy frontal. No se quejaba de lo que hicieran con ella sus compañeros, no armaba disturbios, era simpática con los profesores, se llevaba bien con sus compañeros de clase, a pasar de que ellos utilizaran a su favor la dedicación y esfuerzo que le ponía al estudio y aprendizaje. Siendo siempre una chica común y un poco despistada a veces, no le parecía gracioso que se abusaran de su compañerismo o de su esfuerzo. En sus más remotas imaginaciones, ella soñaba con un día gritarles en la cara a todos lo que sentía, lo que realmente le parecía su abuso. Pero eso no podía pasar fácilmente porque ella tenía miedo, miedo de ser abandonada, o maltratada, o de caerle mal a alguien. Además, la soledad no era lo suyo. Prefería estar acompañada, no le importaba estar con gente que ni ganas tenía de estar con ella, ponía su mejor sonrisa y seguía.
El día que conoció a Sophie, no se agradaron. Ella fue lo más simpática que pudo, pero su actual mejor amiga la ignoró completamente. Pasó de ella porque no llamaba la atención, y seguramente, como piensa Julia, vio a través de sus ojos que era una persona poco frontal y poco sincera con sus sentimientos. Pero Julia siguió adelante sin importarle mucho lo que opinara ni Sophie de ella, ni el mundo de ella, porque tenía sus razones personales para no decir las cosas en la cara. Aunque se arrepintió tantas veces de no haber dicho la verdad en el momento, que cuando se acordaba, se enojaba y hablaba sola, gesticulaba raro. Las personas de vez en cuando le preguntaban “¿Estás bien?” y ella volvía en sí, sonreía falsamente de nuevo, y respondía “No, es que me acordé de que olvidé algo en la mesa de luz”.
Para ser sincera consigo misma, ella daba su caso por algo terminado, algo sin solución ni cura. Pero el día que se hizo amiga de Sophie cambió de opinión.
Era un día soleado al principio, pero decidió por nublarse de golpe y porrazo para el desagrado de los alumnos que asistían a la escuela cuatro años atrás. Ellas ya habían tenido peleas, porque Sophie era muy frontal y Julia recibía sin cesar sus indirectas muy directas. Pero con el pasar del tiempo Julia había comenzado a contestarle cuando discutían, había notado que ella era fuerte como para poder responder y decir que se detuviera.
Ese día mencionado Julia olvidó el paraguas como tantos otros a los que les agarró de improvisto el aluvión. Las amigas de Sophie habían faltado porque sí habían visto el noticiero de la madrugada donde anunciaban el clima. Cuando terminó el horario escolar, Julia se dirigió hacia la salida, pero antes fue al baño de chicas para guardar el guardapolvo que se le podía mojar, y no pensaba lavarlo por décima vez en la semana.
Desde el cubículo del baño, escuchó a Sophie hablar por celular a alguien, y ella no le prestó mucha atención.
-Si, si, ¿pero porqué no me avisaron? ¿Qué? ¿No soy su amiga?- silencio. Julia no pudo resistir agudizar el oído- No, me podrían haber avisado que iban a la casa de Susana porque se iba a largar a llover. Sí, yo lo haría, yo haría una cadena. No. Tendrías que haberme avisado que iban a faltar. No pude llamar porque llegaba tarde al colegio- se le quebró la voz- pero tenía que ayudar a mi papá, sabes que yo trabajo con mi papá. Bueno, ahora se pueden ir todas ustedes a la casa de Susana, de Mengana, de Florinda y de la que sea, a mi no me importa, son unas basuras- se puso a llorar. Julia se sintió un poco mal por escuchar tremenda disputa… bue, qué más da, si ellas no son nada.- Yo nunca las abandonaría como ustedes, no te rías, sos una idiota, ¡no te soporto más!- Julia escuchó el “clap” de una cerrada rápida de el celular con tapa de Sophie. Julia escuchó un sollozo y no pudo evitar salir para intentar consolarla. Lamentablemente era un poco sensible a las lágrimas porque no le gustaba ser testigo de tremenda discusión.
-¿Estás bien? ¿Necesitás pañuelito? – dijo lo más amistosa que se le ocurrió a Julia.
Se quedó en silencio observándola, desde el suelo del baño, ya que estaba sentada, la miraba con ojos rojos, llenos de lágrimas, pero con cara de enojo.
-No me molestes.
-Mi intención no es molestarte, solo te estoy ofreciendo un pañuelo para secarte los mocos mientras llorás en el suelo de un baño de chicas.
-No te metas, falsa, ¿desde cuándo te interesa?
-No me meto, solo que entraste a un lugar donde había gente que te conoce y empezaste a llorar y no podía pasar por alto que una de mis compañeras llorase de esa forma. Ya que soy testigo no me puedo hacer la desentendida. Estoy casi segura de que si los roles fueran inversos, harías lo mismo.
Un silencio le dio la razón a Julia. Sin pensarlo más, se sentó al lado de ella, haciéndole compañía.
-¿Ahora qué pasa?- dijo Sophie, mostrándose disgustada por la insistencia de su compañera.
-Te hago compañía, ese es mi pañuelo después de todo, si necesitas algo más, me decís así no te retan los profesores por estar así en horas de clase, cualquier cosa decimos que te sentías mal y listo.
-No te pedí ayuda.
-Yo no necesito que me pidas ayuda, si no me cayeras bien, no te ayudo por arrogante y orgullosa, lo que no quita que yo no lo sea.
Sophie se dio cuenta que por lo menos alguien se iba a quedar a acompañarla y eso la dejó más tranquila que antes. Estar sola le gustaba muy poco, no estaba acostumbrada. En el caso de Julia no era muy diferente, ella había estado en el mismo grupo que Sophie, pero había descubierto un tiempo antes la clase de personas con la que se enfrentaba. Julia tenía solo dos dones, dibujar, y abrirse de las personas que realmente no consideraba buenas “juntas” como dirían las viejas. Es una realidad que al principio le costaba, pero tarde o temprano se las arreglaba para que, sin conflictos, las personas se alejaran o ella se alejara de a poco de las personas. En cambio Sophie confiaba ciegamente en ellas, porque asumía que ellas no harían lo que no les gustara que les hiciesen. Pero al parecer esto no aplicaba a ellas.
-Discúlpame- dijo Sophie después de un rato donde tres chicas ya habían pasado al baño, hacho sus necesidades y vuelto con sus respectivas compañeras murmurando porqué Sophie lloraba.
- Eh?
-Que me disculpes, no te traté nunca bien porque siempre pensé que eras falsa. Te juzgué mal.
-Es que no dejé de ser falsa. Sigo siéndolo, pero soy falsa sin malas intenciones. Vos lo llamaste “falsedad” despectivamente, pero yo no considero la falsedad como un insulto. Yo creo que es un arma, o un escudo mejor dicho. Yo uso la falsedad para protegerme justamente de lo que te pasó hoy a vos. Es como un escudo para que la gente no me afecte. Pero no es un escudo que repele a las personas, es uno que las deja entrar pero desvía a las personas, porque bajo ese escudo que los deja pasar, está el verdadero escudo que no permite que nadie entre ni salga de mí. Qué se yo, es mi punto de vista.
-Yo considero que lo que dijiste es solo una excusa. No necesitas hacer escudos, solo tenés que enfrentar la situación, si no es una actitud cobarde.
-Yo dije que era falsa, no valiente. Admiro la valentía de algunos, pero yo carezco de ella, me falta la soltura que vos tenés al decir las cosas en la cara. Pero tampoco ando divulgando información que otros me confíen, o ando hablando mal de ellos a sus espaldas, eso es la falsedad para mí. Sinceramente, la vida de los otros no me interesa, si me cuentan algo, ni pienso en modificarlo y contárselo a otro, porque tampoco me parece lo correcto. Tampoco es que me confíen muchas cosas. Mi falsedad solo aplica en el momento de no decir lo que yo opino realmente de las personas, pero no lo digo ni en su cara, ni a otros. Directamente ni lo digo, es más como una represión propia.
-Entonces, lo que querés decir es que yo tengo una interpretación errónea de lo que es la falsedad.
-No, la falsedad aplica en muchas cosas, eso es lo que realmente quiero decir. Yo sería una chica “falsa” pero no “falsa” con malas intenciones, si no una con buenas intenciones… o con intenciones personales. Esas que no afectan a otros. Si me caes mal, no te lo voy a decir, no necesito demostrártelo, pero si ese es el caso, tampoco necesito decírselo a otros, simplemente, continúo como si me cayeras… relativamente bien. Ni mal ni bien, es un punto medio. Eso es lo que opino de lo que vos planteas como “falsedad”, es errónea la generalización. Es más, si alguien me viene a preguntar, lejos de vos, qué te pasó, para sonsacarme información, no voy a hacer más que decir “preguntále a ella”, o “no es de mi incumbencia”, no se lo contaría, ni le diría “¿qué te metes? Si te importa mucho podrías haber hablado con ella o saltado en su momento para preocuparte”.
-Creo que te entiendo… pero no me sirve. ¿Dejarías de hablar de vos para escucharme?- dijo un poco más suelta Sophie, que hizo sentir mal a Julia, que es un poco susceptible, pero eso les pasaba por una ser muy directa y la otra ser muy indirecta.
-S-si, disculpá, solo quería aclarártelo. Continua.
-Bueno, la verdad es que realmente no confío en vos, pero como hablaste mucho hasta recién, y me distrajiste bastante de mi anterior situación, me parece que lo indicado, ya que te escuché, es que vos escuches mi situación. En sí, me peleé con ellas, mis amigas, o mis compañeras, no sé que son ahora, porque estuve notando este último tiempo, que me hacían el vacío en algunas situaciones, que hablaban de temas que yo no conocía, ni estaba enterada, y cuando preguntaba, no me contestaban de forma directa o mismo no me contestaban. ¿Alguna vez te sentiste excluida de una situación?
-Sí.- la miró fijo- Seguí.
-Bueno, la cuestión es que ayer todas se reunieron una hora antes del colegio y yo no me había enterado, entonces ellas ya estaban acá cuando yo llegué, y las estuve llamando toda la mañana para que hacer el trabajo de Lengua. ¿Vos lo hiciste?
-Sí.
-¿Cuál es tu grupo?
-Eh… hice el trabajo solo con Gabriel.
-Ah… pero es de cinco el trabajo.
-Pero no somos amigos de nadie, y nadie hizo grupo con nosotros.
-Ah, pero que lástima, al parecer tienen buenas notas.
-Pero no somos los mejores haciendo amistades. Seguí.
-Bueno, el caso es que nadie me contestó, ayer viste el papelón que hicimos en la lección de lengua, fui la única que estudió, y el resto leyó todo. Me indigné al punto de las lágrimas, nadie saltó a ayudarme. Y hoy, no vinieron, ninguna, me dejaron de poste acá esperándolas, y resulta que llamo, y están en la casa de Susana, porque anunciaron que iba a llover, y arreglaron para no ir al colegio y quedarse en la casa de ella. Y a mí nadie me avisó. Dicen que es porque sabían que yo no iba a faltar. Pero nadie me preguntó. Y después se hacen llamar mis amigas. ¿Entendés? No por ahí no lo entendés porque no tenés amigas como ellas.
-Si las tuve, y si entiendo, porque me viven haciendo el vacío, pero yo sigo mi rumbo, nadie va a venir a salvarte lamentablemente, y llorar no es la solución, yo soluciono las cosas ignorando la situación, juntándome con Gabriel que es el único que tampoco tiene grupo. Si quieren algo de mi me lo piden, sino quieren nada, bue, mejor para mí.
-Ves, eso me molesta un poco. Si te molesta lo que te hacen, decíles!- dijo indignada Sophie.
-Pero no puedo, no me sale.
-Pero así te toman de punto.
-Pero no me gustaría que me hicieran eso, así que no lo haría.
-¿Y las personas piensan qué no les gustaría que les hicieras? ¿O piensan en cómo te sentís cuando te dicen las verdades en la cara? ¡No! No lo hacen, vos sola te pones a pensar lo que los otros van a sentir si les contestás. Así no son las cosas.
-Para vos, para mí son menos hirientes.
Se quedaron calladas por un segundo mientras Sophie calculaba sus palabras.
-¿Soy hiriente?
-Mmm… yo no diría hiriente… más bien, “excesivamente directa”, a las personas les molesta que les digas todas las verdades en la cara.
-Ves, volvés a no decirme lo que opinas de mí en la cara, decílo, pensás que soy hiriente.
-Pero no quiero decirte “hiriente”, si lo digo me siento mal. No es lindo que te digan “sos hiriente”.
-Bueno, el punto no era éste, nos desviamos. Yo me indigné con mis amigas porque son unas egoístas que me dejaron sola, y eso se los planteé, porque ya me tenían podrida. ¿Cómo pueden aislar a alguien así como así?
-Lo hacen porque les gusta herir a las personas. Sus indirectas, más bien directas, te chocaron y te hirieron, por eso te sentiste tan mal. Pero eso es porque te encontraste con gente que es directa pero a la vez intenta disimularlo para no quedar mal. Siguen siendo personas indirectas pero más hirientes, porque terminan jugando con los sentimientos de otros- A Sophie le sorprendía mucho escuchar hablar de esa forma a Julia, porque aunque ni hubieran tenido tantas conversaciones, es decir, no haber tenido nunca este tipo de conversaciones, podía notar que había una confianza anómala en la forma de hablar de Julia. Sentía como si fueran amigas de hace mucho tiempo, solo por cruzar dos o tres palabras juntas. También notó, que en la expresión de Julia había cierta nostalgia, como miraba al vacío mientras hablaba, pensó que recordaba situaciones que ya había vivido, y que la conversación le activaba los recuerdos, pero no parecían recuerdos buenos, positivos, sino más bien penosos.
-Puede que tengas razón en ese punto, no parece como si realmente me apreciaran, yo me encariño demasiado con las personas, más que encariñarme, me aferro. ¿Las personas no suelen aferrarse a las cosas, no?
-Yo si me aferro a las cosas, creo que hasta exagero, pero cuando me lastiman, siento que me traicionan, y las abandono. Pero solo si me lastiman y traicionan, pero igual en mi corazón las sigo queriendo como antes. Será que al final termina todo como en el inicio pero demuestro otra cosa. Yo ni se a veces porqué pienso tanto en las personas que me hirieron.
-Eso es porque querés de enserio a esas personas. Me pasa lo mismo. Ahora no se qué hacer con ellas, si hablarles, mandarlas al carajo, o quedarme sola. Pero la soledad es muy fea.
-No necesariamente te tenés que quedar sola. Hay muchos compañeros en un curso, tus amigas no son ni las únicas ni el fin del mundo, y si no, los renegados, Gabriel y yo tenemos las puertas abiertas al que le parezcamos gente normal. Bueno, ahora que te tranquilizaste volvamos al grado, o por lo menos yo ya quiero volver.
Sophie dudó si quedarse o irse, pero como vio que Julia se levantaba del piso, se levantó rápido. En ese entonces Julia tenía el pelo largo por la cintura, castaño muy oscuro tirando a negro, y lacio.
-Esperá!
-¿Si?
-Gracias, por escucharme, tuviste que aguantarme aunque ni amigas somos, es más, hasta recién estuve diciéndote falsa y cosas hirientes. Disculpáme. No digo que haya cambiado de opinión, pero si con el tiempo cambio de opinión, por ahí somos amigas.
-Por ahí. Siempre admiré eso de vos, sos directa y no tenés miedo de decir las cosas, es más, parece que no pensás antes de hablar. Yo pienso demasiado y me perjudico.
-Eso no fue halagador, es más, me dijiste que no pienso.
-Pero es bueno no analizar cada palabra que vas a decir. Yo cuando terminé de pensar, se fueron todos y me dejaron hablando sola.
-Que desmotivador lo tuyo. No te deprimas, algún día a aprenderás y no vas a dejar que te dejen sola mientras hablás. Pero la verdad hablás mucho.
Ellas se rieron.
-Es que tenía que soltarle a alguien todo lo que pensaba.
-Lo noté, viniste a mí a escuchar mi historia y terminaste hablando más de vos que de mí.
-Disculpáme, igual vos también hablás mucho, pero me di cuenta que sos buena escuchando.
-Si no fuera buena escuchando, no seguiría la carrera que quiero seguir.
-¿Cuál carrera querés seguir?
-Psicología, obvio, no quiero ser justamente operadora de un Colcenter. -Interesante, cuando te recibas te voy a pedir que me analices.
-Sos un casos difícil… creo que me va a costar. ¿Vos qué carrera querés seguir?
-Me gusta el arte. Quiero ser licenciada en artes audiovisuales o creadora de historietas.
-Mirá vos, ni te imaginaba dibujando. Bueno, ahora hay que ir al aula.
Cuando ambas salieron del baño se dirigieron al salón donde continuaron su conversación, como había llovido, había pocos alumnos y los profesores, por consecuencia, no daban clases. Ese fue el comienzo de su amistad. Pero Julia no comenzó a trabajar inmediatamente, si no que pasaron cuatro años hasta que el hermano de Sophie se casara y se fuera con su mujer a otra parte del país. Pero en esos tres años de amistad con Sophie, Julia iba muy a menudo a la casa de ella, por lo que la familia de Sophie la recibía con los brazos abiertos, como si fuera parte de ella. Julia en esos años sintió que estaba un poco enamorada del hermano de su amiga, porque era simpático y se llevaba bien con ella, pero su desilusión se enmarcó demasiado justo cuando el día en que le iba a confesar su amor, anunció felizmente ante todos que se comprometía con su actual esposa.
Lo que más la indignó a la descorazonada fue el hecho de que su rival fuera perfecta, sin un solo error, buena, graciosa, habilidosa y linda, tanto que ella no tenía oportunidad de odiarla. Desde aquel día ella decidió no enamorarse más de nadie.
Cuando conoció a Francisco decidió dejar de lado esa decisión, y considerar que su juventud la habilitaba para sentir amor nuevamente. Él era bueno y sonriente, era dulce al hablarle aunque fuera un hombre, delicado al pronunciar las palabras e inteligente. Esa fue la combinación perfecta para hacer que a Julia le latiera el corazón nuevamente, y la hiciera soñar, planificar y adorar a ese ser que necesitaba para distraerse. Otra vez se le pincha el sueño, cuando se entera que es casado. Casado y con un hijo, un niño precioso, chiquito y educado, bien vestido, al parecer a la madre le gustaba vestirlo a la antigua porque era modista, y parecía un niño de la Inglaterra antigua, pantalones cortos, camisas blancas, pelito corto y marrón tan lacio y suave como la seda, tirantes, zapatos, y siempre llevaba con él un conejo pequeño color café de felpa.
Como Julia sabía que él, Francisco, era un buen hombre, ya no se imaginaba o pensaba en envejecer y vivir la vida junto a él. Pero todavía no dominaba el hecho de que él no sabía que ella era mujer.
La opinión de su amiga, la más sincera, fue que si él arruinaba su familia, dejando a su esposa con su hijo y yéndose con Julia, que era una chica de secundaria, no solo era un imbécil si no que era un mal hombre, un malnacido que no la iba a valorar nunca lo suficiente. También le recordó si a ella le gustaría que le hicieran lo mismo, que si se lo hace a la mujer actual es propenso a repetirlo con ella, y le explicó que le quedaría un cargo de conciencia tan grande por haber destruido una familia ya constituida que no podría dormir a su lado ni besarlo pensando que él la podría engañar y que su hijo podría odiar a su padre en un futuro.
Eso la convenció de que dejara de enamorarse tanto de él, solo por no herir a su hijo. También se encargó de no dejar que se descubriera la real identidad de ella. Seguía siendo Julián por el momento y eso no podía cambiar.Otro factor para que ella no se ilusionase más era que se había enterado de una fuente muy confiable, su amiga, que la esposa de Francisco era una mujer tan bonita como una sirena, con un cabello largo hasta la cintura, lacio natural, colorado como el fuego, con unos ojos verde agua y rasgos faciales tan femeninos que parecía de un cuento. Julia no dudó un segundo en entender que era lógico que se enamorara de una chica perfecta, porque él era un hombre tan lindo y sonriente que podría conquistar hasta a la mujer más bella y deseada del planeta tierra, lo que a Sophie le parecía totalmente absurdo y descabellado.
El hijo de ambos, Tobías, era el calco de su padre, excepto los ojos, tan verdes como había descrito Sophie que eran los de la madre, otra señal de que la describía tal cual.
Esto hacía que la enamorada cayera totalmente afuera del tablero y el contrincante ganara inmediatamente la partida, lo que concluyó en resignarse a la relación eterna de empleada/o-cliente.
-Sophie- Julia llamó a su compañera simulando la voz ronca de un hombre- ¿Podrías ir a atender las mesas del lado de la ventana? es que necesito un poco de ayuda, no doy a abasto.
-¿Cómo no, Julián? – le guiñó un ojo, y continuó con el pedido de su amiga. A Julia no pudo más que zafársele una risita por lo bajo, cómo Francisco no iba a creer que Sophie era pareja de Julián, si ella hacía gestos que la dejaban como si coqueteara. Su amiga estaba tan acostumbrada a hacer bromas con respecto a su relación cuando era Julián, que disfrutaba y se divertía mucho al ver las expresiones y comentarios de las personas, más de las que asumían cosas precipitadas para hacer comentarios que los hiciesen quedar bien. El pensamiento que más le gustaba repetirle a Julia era “la gente solo se guía por las apariencias, lo que me resulta tan absurdo que sería lindo desvestirte frente a todos y gritarles que sos mujer, jah, crédulos”, lo cual hacía que se encogiese de terror del solo hecho de que su amiga se atreviese a hacer tal barbaridad… porque sabía que era capaz.
La peli larga se dirigió a la mesa más cercana a la puerta, que estaba pegada a la ventana donde un joven de peinado extravagante esperaba un poco escandalizado que lo atendieran. Julián, mientras tanto, fue hacia el sector fumadores, que se encontraba apartado de la mayoría de las personas, divididos por tres grandes paneles de cristal. Cuando comenzó a tomar el pedido a una parejita, Julia escuchó un disturbio proveniente de la mesa que Sophie estaba atendiendo, su amiga estaba alterada, pero el comensal no se quedaba atrás. Como este acto era bastante usual para ella, dejó que pasara lo que tuviera que pasar, y continuó tomado la orden de la pareja.
-¿Qué desean ordenar? – preguntó Julián, con su voz masculina y fingida, aferrando una libreta y una birome, listo para tomar la orden.
-Un chesse cake Cute, y un café con crema para mí- dijo el hombre, no muy caballeroso según el ojo de Julia, que lo miró extrañada por su descortés pedido, sin tomar en cuenta a su pareja, luego anotó lo que dijo y miró a la señorita a los ojos.
-¿Y la señorita? – le preguntó a la blonda enrulada que miraba con sus ojos abiertos las facciones sonrientes de Julián, que al parecer le atraían más que las del acompañante, y su cortesía mezclada de dulzura le asombró, ruborizándola. Otro de los factores era la voz masculina, que ya por la práctica le salía tan autentica que hacía creer a cualquiera que era un hombre.
-Un brownie de chocolate blanco y un té verde con miel, por favor- dijo ella que reflejaba en sus ojos color ámbar su imaginación: una torre de un castillo, ella encerrada mirando desde el balcón a su príncipe, Julián, que venía a recatarla del dragón, su novio. Ella se tiraba de la torre y el esbelto príncipe la atajaba de la caída en brazos como si ella fuera una princesa y se escapan en corcel.
-En breve se los traigo- dijo terminando de anotar el pedido y inclinándose un poco, para seguir con sus pedidos.
La reacción de la muchacha la llenó de satisfacción, su papel llegado a ser tan perfecto que ella misma se asombraba de sus logros, era totalmente diferente siendo Julián, y lo disfrutaba completamente. Era como si hubiera nacido para ser un hombre, uno seguro, y no una indefensa y perdedora mujer. En medio de la distención de músculos de la gran actriz Julia, presta atención al disturbio que su compañera de trabajo estaba generando en la confitería con un cliente, que ya la estaba cansando, pero intentó seguir con su trabajo.
-¿Pero quién te creés que sos? Si no te gusta el lugar, ahí tenés la puerta, andáte- rugió Sophie, que estaba hecha una fiera.
-Si sos una inútil, ¡la confitería no tiene la culpa!- exclamó el comensal. Eso fue la gota que rebalsó el vaso. Julia dejó la libreta en la mesa que estaba por tomar la orden y se dirigió furiosa al lugar donde le gritaban a su amiga.
-Te acabo de pedir perdón, ¿qué querés que haga? No voy a arrodillarme a pedirte perdón, ya te traje algo para que te seques –dijo un poco angustiada en la voz Sophie.
-¿Qué pasó? –preguntó Julián mirando a ambos con el entrecejo fruncido.
(...)
Espero que les guste mucho y hagan las criticas costructivas que gusten :B les agradezco que lo hayan leído, espero volver a publicar mi novela :B
Yane!! n.n
-¡No te chivés!, igual, ugh- dijo Julia agarrando con todas sus fuerzas las otras tres bolsas de harina para volver a llevarlas- debo agradecer a tu hermano dejarme el puesto. ¿Está pasándola bien con la esposa? ¿Donde se habían ido a vivir?
-Ni me la nombres- volvió a empacarse- esa bruja maldita se lo llevó y ahora no va a volver hasta que termine de recorrer todo Sudamérica. Ni sabemos por donde anda ese andrajoso…
Sophie era muy apegada a su hermano porque siempre la consintió mucho. Puso cara de compungida y Julia se sintió mal por haber sacado el tema. Termina de depositar la bolsa donde iba y se dirige a Sophie a abrazarla a modo de consuelo.
-Perdón si saqué un mal tema, ya sabes que tengo menos tacto para sacar temas, pero estoy practicando eso de comunicar lo que realmente quiero decir. –Y al ver que hacía pucherito su amiga, la abrazó con una risa para que el habiente cambiara un poco. -Sos una bruta, te comportas más civilizada cuando sos nena.
-¿De qué habla señorita?- preguntó haciéndose la extrañada con una voz masculina- Yo soy Julián, Julián Benderu, querida. No entiendo de qué me habla cuando dice que me veo mejor de nena, ya que de hombre, soy tan atractivo que hasta tengo más éxito que como mujer- se acomodó el moñito haciendo un gesto masculino. Habían pasado mínimo un año que ya trabajaba en esa pastelería, aprendió como ser masculina adiestrada por el mismo Tobías, hermano de Sophie, porque era la heredera para el puesto.
-Hola, ¿interrumpo alguna situación romántica?- dijo una voz que era conocida para Julia.
-N-no, Hola señor Francisco, ¿que desea llevar hoy? –dijo ella con voz entrecortada.-Quiero tres de esos muffings – dijo él señalando la bandeja de cup cakes que descansaban sobre el mostrador- y… una pasta frola de batata por favor.
-Sí, son 20 pesos – dijo Julia haciendo la cuenta rápido mientras Sophie preparaba las cosas para dárselas.
-Como anda Danilo? Hace mucho que no lo veo. –comentó Sophie cuando le entregó la bolsa con todo.
-Bien, bien, grande y como está con los amiguitos del edificio no me acompaña ya mucho a comprar. Pero bien, igual, como verás, sigue pidiendo los pastelitos estos que siempre fueron sus favoritos.
-Me alegro que le gusten tanto – dijo Julia haciendo la voz un poco más grave de lo normal para simular la voz de hombre. Es fácil para Julia ser “hombre” ya que tanto su alta y esbelta figura le dan el cuerpo para que represente a un hombre, sus rasgos faciales no eran muy delicados y su pelo era corto por decisión propia. Su voz también era grave, por eso no necesitaba forzarla del todo. Su único complejo era la faja que aplastaba sus pechos muy fuertemente y prácticamente no dejaban a una respirar mucho.
-Gracias chicos, nos vemos, seguro más tarde vienen a merendar mi mujer con nuestro hijo –Sonrió como usualmente lo hacía para despedirse de ellas y se retiró.
-Dale, ahora, respira hondo, inhala, exhala, uf- Sophie palmeó la espalda de Julia un tiempo mientras la aludida respiraba nuevamente con dificultad.
-E-es tan lindo y simpático, me pone muy nerviosa dijo toda colorada como si hubiera subido mágicamente la temperatura de golpe.
-Sí, entiendo, pero si un chico se le declara a un hombre… que está casado y con un hijo, estaríamos en un problema.
-Si, pero yo soy…- cayó en la cuenta de que su uniforme de trabajo estaba con ella- es verdad, para él soy un chico. Pero… por ahí es homosexual.
-Eso se te volvería una desventaja, porque tu realidad es que sos una chica. Lo lamento mucho por vos, pero es tu amor platónico y nada más.
-Pero soñar no cuesta nada, ¿no?- se preguntó en voz baja Julia mientras se aproximaba a guardar el resto de los productos que el proveedor le había dejado en la puerta.
Julia no estaba trabajando solo por estar con su amiga, y no estaba tampoco porque le gustara trabajar de cajero, si, cajero porque es un hombre supuestamente, si no que trabajaba por ser independiente, y al mismo tiempo quería demostrarle a su madre que ella podía vencer su debilidad: hablar directamente con las personas. Al contrario de Sophie, Julia no era una persona muy frontal. No se quejaba de lo que hicieran con ella sus compañeros, no armaba disturbios, era simpática con los profesores, se llevaba bien con sus compañeros de clase, a pasar de que ellos utilizaran a su favor la dedicación y esfuerzo que le ponía al estudio y aprendizaje. Siendo siempre una chica común y un poco despistada a veces, no le parecía gracioso que se abusaran de su compañerismo o de su esfuerzo. En sus más remotas imaginaciones, ella soñaba con un día gritarles en la cara a todos lo que sentía, lo que realmente le parecía su abuso. Pero eso no podía pasar fácilmente porque ella tenía miedo, miedo de ser abandonada, o maltratada, o de caerle mal a alguien. Además, la soledad no era lo suyo. Prefería estar acompañada, no le importaba estar con gente que ni ganas tenía de estar con ella, ponía su mejor sonrisa y seguía.
El día que conoció a Sophie, no se agradaron. Ella fue lo más simpática que pudo, pero su actual mejor amiga la ignoró completamente. Pasó de ella porque no llamaba la atención, y seguramente, como piensa Julia, vio a través de sus ojos que era una persona poco frontal y poco sincera con sus sentimientos. Pero Julia siguió adelante sin importarle mucho lo que opinara ni Sophie de ella, ni el mundo de ella, porque tenía sus razones personales para no decir las cosas en la cara. Aunque se arrepintió tantas veces de no haber dicho la verdad en el momento, que cuando se acordaba, se enojaba y hablaba sola, gesticulaba raro. Las personas de vez en cuando le preguntaban “¿Estás bien?” y ella volvía en sí, sonreía falsamente de nuevo, y respondía “No, es que me acordé de que olvidé algo en la mesa de luz”.
Para ser sincera consigo misma, ella daba su caso por algo terminado, algo sin solución ni cura. Pero el día que se hizo amiga de Sophie cambió de opinión.
Era un día soleado al principio, pero decidió por nublarse de golpe y porrazo para el desagrado de los alumnos que asistían a la escuela cuatro años atrás. Ellas ya habían tenido peleas, porque Sophie era muy frontal y Julia recibía sin cesar sus indirectas muy directas. Pero con el pasar del tiempo Julia había comenzado a contestarle cuando discutían, había notado que ella era fuerte como para poder responder y decir que se detuviera.
Ese día mencionado Julia olvidó el paraguas como tantos otros a los que les agarró de improvisto el aluvión. Las amigas de Sophie habían faltado porque sí habían visto el noticiero de la madrugada donde anunciaban el clima. Cuando terminó el horario escolar, Julia se dirigió hacia la salida, pero antes fue al baño de chicas para guardar el guardapolvo que se le podía mojar, y no pensaba lavarlo por décima vez en la semana.
Desde el cubículo del baño, escuchó a Sophie hablar por celular a alguien, y ella no le prestó mucha atención.
-Si, si, ¿pero porqué no me avisaron? ¿Qué? ¿No soy su amiga?- silencio. Julia no pudo resistir agudizar el oído- No, me podrían haber avisado que iban a la casa de Susana porque se iba a largar a llover. Sí, yo lo haría, yo haría una cadena. No. Tendrías que haberme avisado que iban a faltar. No pude llamar porque llegaba tarde al colegio- se le quebró la voz- pero tenía que ayudar a mi papá, sabes que yo trabajo con mi papá. Bueno, ahora se pueden ir todas ustedes a la casa de Susana, de Mengana, de Florinda y de la que sea, a mi no me importa, son unas basuras- se puso a llorar. Julia se sintió un poco mal por escuchar tremenda disputa… bue, qué más da, si ellas no son nada.- Yo nunca las abandonaría como ustedes, no te rías, sos una idiota, ¡no te soporto más!- Julia escuchó el “clap” de una cerrada rápida de el celular con tapa de Sophie. Julia escuchó un sollozo y no pudo evitar salir para intentar consolarla. Lamentablemente era un poco sensible a las lágrimas porque no le gustaba ser testigo de tremenda discusión.
-¿Estás bien? ¿Necesitás pañuelito? – dijo lo más amistosa que se le ocurrió a Julia.
Se quedó en silencio observándola, desde el suelo del baño, ya que estaba sentada, la miraba con ojos rojos, llenos de lágrimas, pero con cara de enojo.
-No me molestes.
-Mi intención no es molestarte, solo te estoy ofreciendo un pañuelo para secarte los mocos mientras llorás en el suelo de un baño de chicas.
-No te metas, falsa, ¿desde cuándo te interesa?
-No me meto, solo que entraste a un lugar donde había gente que te conoce y empezaste a llorar y no podía pasar por alto que una de mis compañeras llorase de esa forma. Ya que soy testigo no me puedo hacer la desentendida. Estoy casi segura de que si los roles fueran inversos, harías lo mismo.
Un silencio le dio la razón a Julia. Sin pensarlo más, se sentó al lado de ella, haciéndole compañía.
-¿Ahora qué pasa?- dijo Sophie, mostrándose disgustada por la insistencia de su compañera.
-Te hago compañía, ese es mi pañuelo después de todo, si necesitas algo más, me decís así no te retan los profesores por estar así en horas de clase, cualquier cosa decimos que te sentías mal y listo.
-No te pedí ayuda.
-Yo no necesito que me pidas ayuda, si no me cayeras bien, no te ayudo por arrogante y orgullosa, lo que no quita que yo no lo sea.
Sophie se dio cuenta que por lo menos alguien se iba a quedar a acompañarla y eso la dejó más tranquila que antes. Estar sola le gustaba muy poco, no estaba acostumbrada. En el caso de Julia no era muy diferente, ella había estado en el mismo grupo que Sophie, pero había descubierto un tiempo antes la clase de personas con la que se enfrentaba. Julia tenía solo dos dones, dibujar, y abrirse de las personas que realmente no consideraba buenas “juntas” como dirían las viejas. Es una realidad que al principio le costaba, pero tarde o temprano se las arreglaba para que, sin conflictos, las personas se alejaran o ella se alejara de a poco de las personas. En cambio Sophie confiaba ciegamente en ellas, porque asumía que ellas no harían lo que no les gustara que les hiciesen. Pero al parecer esto no aplicaba a ellas.
-Discúlpame- dijo Sophie después de un rato donde tres chicas ya habían pasado al baño, hacho sus necesidades y vuelto con sus respectivas compañeras murmurando porqué Sophie lloraba.
- Eh?
-Que me disculpes, no te traté nunca bien porque siempre pensé que eras falsa. Te juzgué mal.
-Es que no dejé de ser falsa. Sigo siéndolo, pero soy falsa sin malas intenciones. Vos lo llamaste “falsedad” despectivamente, pero yo no considero la falsedad como un insulto. Yo creo que es un arma, o un escudo mejor dicho. Yo uso la falsedad para protegerme justamente de lo que te pasó hoy a vos. Es como un escudo para que la gente no me afecte. Pero no es un escudo que repele a las personas, es uno que las deja entrar pero desvía a las personas, porque bajo ese escudo que los deja pasar, está el verdadero escudo que no permite que nadie entre ni salga de mí. Qué se yo, es mi punto de vista.
-Yo considero que lo que dijiste es solo una excusa. No necesitas hacer escudos, solo tenés que enfrentar la situación, si no es una actitud cobarde.
-Yo dije que era falsa, no valiente. Admiro la valentía de algunos, pero yo carezco de ella, me falta la soltura que vos tenés al decir las cosas en la cara. Pero tampoco ando divulgando información que otros me confíen, o ando hablando mal de ellos a sus espaldas, eso es la falsedad para mí. Sinceramente, la vida de los otros no me interesa, si me cuentan algo, ni pienso en modificarlo y contárselo a otro, porque tampoco me parece lo correcto. Tampoco es que me confíen muchas cosas. Mi falsedad solo aplica en el momento de no decir lo que yo opino realmente de las personas, pero no lo digo ni en su cara, ni a otros. Directamente ni lo digo, es más como una represión propia.
-Entonces, lo que querés decir es que yo tengo una interpretación errónea de lo que es la falsedad.
-No, la falsedad aplica en muchas cosas, eso es lo que realmente quiero decir. Yo sería una chica “falsa” pero no “falsa” con malas intenciones, si no una con buenas intenciones… o con intenciones personales. Esas que no afectan a otros. Si me caes mal, no te lo voy a decir, no necesito demostrártelo, pero si ese es el caso, tampoco necesito decírselo a otros, simplemente, continúo como si me cayeras… relativamente bien. Ni mal ni bien, es un punto medio. Eso es lo que opino de lo que vos planteas como “falsedad”, es errónea la generalización. Es más, si alguien me viene a preguntar, lejos de vos, qué te pasó, para sonsacarme información, no voy a hacer más que decir “preguntále a ella”, o “no es de mi incumbencia”, no se lo contaría, ni le diría “¿qué te metes? Si te importa mucho podrías haber hablado con ella o saltado en su momento para preocuparte”.
-Creo que te entiendo… pero no me sirve. ¿Dejarías de hablar de vos para escucharme?- dijo un poco más suelta Sophie, que hizo sentir mal a Julia, que es un poco susceptible, pero eso les pasaba por una ser muy directa y la otra ser muy indirecta.
-S-si, disculpá, solo quería aclarártelo. Continua.
-Bueno, la verdad es que realmente no confío en vos, pero como hablaste mucho hasta recién, y me distrajiste bastante de mi anterior situación, me parece que lo indicado, ya que te escuché, es que vos escuches mi situación. En sí, me peleé con ellas, mis amigas, o mis compañeras, no sé que son ahora, porque estuve notando este último tiempo, que me hacían el vacío en algunas situaciones, que hablaban de temas que yo no conocía, ni estaba enterada, y cuando preguntaba, no me contestaban de forma directa o mismo no me contestaban. ¿Alguna vez te sentiste excluida de una situación?
-Sí.- la miró fijo- Seguí.
-Bueno, la cuestión es que ayer todas se reunieron una hora antes del colegio y yo no me había enterado, entonces ellas ya estaban acá cuando yo llegué, y las estuve llamando toda la mañana para que hacer el trabajo de Lengua. ¿Vos lo hiciste?
-Sí.
-¿Cuál es tu grupo?
-Eh… hice el trabajo solo con Gabriel.
-Ah… pero es de cinco el trabajo.
-Pero no somos amigos de nadie, y nadie hizo grupo con nosotros.
-Ah, pero que lástima, al parecer tienen buenas notas.
-Pero no somos los mejores haciendo amistades. Seguí.
-Bueno, el caso es que nadie me contestó, ayer viste el papelón que hicimos en la lección de lengua, fui la única que estudió, y el resto leyó todo. Me indigné al punto de las lágrimas, nadie saltó a ayudarme. Y hoy, no vinieron, ninguna, me dejaron de poste acá esperándolas, y resulta que llamo, y están en la casa de Susana, porque anunciaron que iba a llover, y arreglaron para no ir al colegio y quedarse en la casa de ella. Y a mí nadie me avisó. Dicen que es porque sabían que yo no iba a faltar. Pero nadie me preguntó. Y después se hacen llamar mis amigas. ¿Entendés? No por ahí no lo entendés porque no tenés amigas como ellas.
-Si las tuve, y si entiendo, porque me viven haciendo el vacío, pero yo sigo mi rumbo, nadie va a venir a salvarte lamentablemente, y llorar no es la solución, yo soluciono las cosas ignorando la situación, juntándome con Gabriel que es el único que tampoco tiene grupo. Si quieren algo de mi me lo piden, sino quieren nada, bue, mejor para mí.
-Ves, eso me molesta un poco. Si te molesta lo que te hacen, decíles!- dijo indignada Sophie.
-Pero no puedo, no me sale.
-Pero así te toman de punto.
-Pero no me gustaría que me hicieran eso, así que no lo haría.
-¿Y las personas piensan qué no les gustaría que les hicieras? ¿O piensan en cómo te sentís cuando te dicen las verdades en la cara? ¡No! No lo hacen, vos sola te pones a pensar lo que los otros van a sentir si les contestás. Así no son las cosas.
-Para vos, para mí son menos hirientes.
Se quedaron calladas por un segundo mientras Sophie calculaba sus palabras.
-¿Soy hiriente?
-Mmm… yo no diría hiriente… más bien, “excesivamente directa”, a las personas les molesta que les digas todas las verdades en la cara.
-Ves, volvés a no decirme lo que opinas de mí en la cara, decílo, pensás que soy hiriente.
-Pero no quiero decirte “hiriente”, si lo digo me siento mal. No es lindo que te digan “sos hiriente”.
-Bueno, el punto no era éste, nos desviamos. Yo me indigné con mis amigas porque son unas egoístas que me dejaron sola, y eso se los planteé, porque ya me tenían podrida. ¿Cómo pueden aislar a alguien así como así?
-Lo hacen porque les gusta herir a las personas. Sus indirectas, más bien directas, te chocaron y te hirieron, por eso te sentiste tan mal. Pero eso es porque te encontraste con gente que es directa pero a la vez intenta disimularlo para no quedar mal. Siguen siendo personas indirectas pero más hirientes, porque terminan jugando con los sentimientos de otros- A Sophie le sorprendía mucho escuchar hablar de esa forma a Julia, porque aunque ni hubieran tenido tantas conversaciones, es decir, no haber tenido nunca este tipo de conversaciones, podía notar que había una confianza anómala en la forma de hablar de Julia. Sentía como si fueran amigas de hace mucho tiempo, solo por cruzar dos o tres palabras juntas. También notó, que en la expresión de Julia había cierta nostalgia, como miraba al vacío mientras hablaba, pensó que recordaba situaciones que ya había vivido, y que la conversación le activaba los recuerdos, pero no parecían recuerdos buenos, positivos, sino más bien penosos.
-Puede que tengas razón en ese punto, no parece como si realmente me apreciaran, yo me encariño demasiado con las personas, más que encariñarme, me aferro. ¿Las personas no suelen aferrarse a las cosas, no?
-Yo si me aferro a las cosas, creo que hasta exagero, pero cuando me lastiman, siento que me traicionan, y las abandono. Pero solo si me lastiman y traicionan, pero igual en mi corazón las sigo queriendo como antes. Será que al final termina todo como en el inicio pero demuestro otra cosa. Yo ni se a veces porqué pienso tanto en las personas que me hirieron.
-Eso es porque querés de enserio a esas personas. Me pasa lo mismo. Ahora no se qué hacer con ellas, si hablarles, mandarlas al carajo, o quedarme sola. Pero la soledad es muy fea.
-No necesariamente te tenés que quedar sola. Hay muchos compañeros en un curso, tus amigas no son ni las únicas ni el fin del mundo, y si no, los renegados, Gabriel y yo tenemos las puertas abiertas al que le parezcamos gente normal. Bueno, ahora que te tranquilizaste volvamos al grado, o por lo menos yo ya quiero volver.
Sophie dudó si quedarse o irse, pero como vio que Julia se levantaba del piso, se levantó rápido. En ese entonces Julia tenía el pelo largo por la cintura, castaño muy oscuro tirando a negro, y lacio.
-Esperá!
-¿Si?
-Gracias, por escucharme, tuviste que aguantarme aunque ni amigas somos, es más, hasta recién estuve diciéndote falsa y cosas hirientes. Disculpáme. No digo que haya cambiado de opinión, pero si con el tiempo cambio de opinión, por ahí somos amigas.
-Por ahí. Siempre admiré eso de vos, sos directa y no tenés miedo de decir las cosas, es más, parece que no pensás antes de hablar. Yo pienso demasiado y me perjudico.
-Eso no fue halagador, es más, me dijiste que no pienso.
-Pero es bueno no analizar cada palabra que vas a decir. Yo cuando terminé de pensar, se fueron todos y me dejaron hablando sola.
-Que desmotivador lo tuyo. No te deprimas, algún día a aprenderás y no vas a dejar que te dejen sola mientras hablás. Pero la verdad hablás mucho.
Ellas se rieron.
-Es que tenía que soltarle a alguien todo lo que pensaba.
-Lo noté, viniste a mí a escuchar mi historia y terminaste hablando más de vos que de mí.
-Disculpáme, igual vos también hablás mucho, pero me di cuenta que sos buena escuchando.
-Si no fuera buena escuchando, no seguiría la carrera que quiero seguir.
-¿Cuál carrera querés seguir?
-Psicología, obvio, no quiero ser justamente operadora de un Colcenter. -Interesante, cuando te recibas te voy a pedir que me analices.
-Sos un casos difícil… creo que me va a costar. ¿Vos qué carrera querés seguir?
-Me gusta el arte. Quiero ser licenciada en artes audiovisuales o creadora de historietas.
-Mirá vos, ni te imaginaba dibujando. Bueno, ahora hay que ir al aula.
Cuando ambas salieron del baño se dirigieron al salón donde continuaron su conversación, como había llovido, había pocos alumnos y los profesores, por consecuencia, no daban clases. Ese fue el comienzo de su amistad. Pero Julia no comenzó a trabajar inmediatamente, si no que pasaron cuatro años hasta que el hermano de Sophie se casara y se fuera con su mujer a otra parte del país. Pero en esos tres años de amistad con Sophie, Julia iba muy a menudo a la casa de ella, por lo que la familia de Sophie la recibía con los brazos abiertos, como si fuera parte de ella. Julia en esos años sintió que estaba un poco enamorada del hermano de su amiga, porque era simpático y se llevaba bien con ella, pero su desilusión se enmarcó demasiado justo cuando el día en que le iba a confesar su amor, anunció felizmente ante todos que se comprometía con su actual esposa.
Lo que más la indignó a la descorazonada fue el hecho de que su rival fuera perfecta, sin un solo error, buena, graciosa, habilidosa y linda, tanto que ella no tenía oportunidad de odiarla. Desde aquel día ella decidió no enamorarse más de nadie.
Cuando conoció a Francisco decidió dejar de lado esa decisión, y considerar que su juventud la habilitaba para sentir amor nuevamente. Él era bueno y sonriente, era dulce al hablarle aunque fuera un hombre, delicado al pronunciar las palabras e inteligente. Esa fue la combinación perfecta para hacer que a Julia le latiera el corazón nuevamente, y la hiciera soñar, planificar y adorar a ese ser que necesitaba para distraerse. Otra vez se le pincha el sueño, cuando se entera que es casado. Casado y con un hijo, un niño precioso, chiquito y educado, bien vestido, al parecer a la madre le gustaba vestirlo a la antigua porque era modista, y parecía un niño de la Inglaterra antigua, pantalones cortos, camisas blancas, pelito corto y marrón tan lacio y suave como la seda, tirantes, zapatos, y siempre llevaba con él un conejo pequeño color café de felpa.
Como Julia sabía que él, Francisco, era un buen hombre, ya no se imaginaba o pensaba en envejecer y vivir la vida junto a él. Pero todavía no dominaba el hecho de que él no sabía que ella era mujer.
La opinión de su amiga, la más sincera, fue que si él arruinaba su familia, dejando a su esposa con su hijo y yéndose con Julia, que era una chica de secundaria, no solo era un imbécil si no que era un mal hombre, un malnacido que no la iba a valorar nunca lo suficiente. También le recordó si a ella le gustaría que le hicieran lo mismo, que si se lo hace a la mujer actual es propenso a repetirlo con ella, y le explicó que le quedaría un cargo de conciencia tan grande por haber destruido una familia ya constituida que no podría dormir a su lado ni besarlo pensando que él la podría engañar y que su hijo podría odiar a su padre en un futuro.
Eso la convenció de que dejara de enamorarse tanto de él, solo por no herir a su hijo. También se encargó de no dejar que se descubriera la real identidad de ella. Seguía siendo Julián por el momento y eso no podía cambiar.Otro factor para que ella no se ilusionase más era que se había enterado de una fuente muy confiable, su amiga, que la esposa de Francisco era una mujer tan bonita como una sirena, con un cabello largo hasta la cintura, lacio natural, colorado como el fuego, con unos ojos verde agua y rasgos faciales tan femeninos que parecía de un cuento. Julia no dudó un segundo en entender que era lógico que se enamorara de una chica perfecta, porque él era un hombre tan lindo y sonriente que podría conquistar hasta a la mujer más bella y deseada del planeta tierra, lo que a Sophie le parecía totalmente absurdo y descabellado.
El hijo de ambos, Tobías, era el calco de su padre, excepto los ojos, tan verdes como había descrito Sophie que eran los de la madre, otra señal de que la describía tal cual.
Esto hacía que la enamorada cayera totalmente afuera del tablero y el contrincante ganara inmediatamente la partida, lo que concluyó en resignarse a la relación eterna de empleada/o-cliente.
-Sophie- Julia llamó a su compañera simulando la voz ronca de un hombre- ¿Podrías ir a atender las mesas del lado de la ventana? es que necesito un poco de ayuda, no doy a abasto.
-¿Cómo no, Julián? – le guiñó un ojo, y continuó con el pedido de su amiga. A Julia no pudo más que zafársele una risita por lo bajo, cómo Francisco no iba a creer que Sophie era pareja de Julián, si ella hacía gestos que la dejaban como si coqueteara. Su amiga estaba tan acostumbrada a hacer bromas con respecto a su relación cuando era Julián, que disfrutaba y se divertía mucho al ver las expresiones y comentarios de las personas, más de las que asumían cosas precipitadas para hacer comentarios que los hiciesen quedar bien. El pensamiento que más le gustaba repetirle a Julia era “la gente solo se guía por las apariencias, lo que me resulta tan absurdo que sería lindo desvestirte frente a todos y gritarles que sos mujer, jah, crédulos”, lo cual hacía que se encogiese de terror del solo hecho de que su amiga se atreviese a hacer tal barbaridad… porque sabía que era capaz.
La peli larga se dirigió a la mesa más cercana a la puerta, que estaba pegada a la ventana donde un joven de peinado extravagante esperaba un poco escandalizado que lo atendieran. Julián, mientras tanto, fue hacia el sector fumadores, que se encontraba apartado de la mayoría de las personas, divididos por tres grandes paneles de cristal. Cuando comenzó a tomar el pedido a una parejita, Julia escuchó un disturbio proveniente de la mesa que Sophie estaba atendiendo, su amiga estaba alterada, pero el comensal no se quedaba atrás. Como este acto era bastante usual para ella, dejó que pasara lo que tuviera que pasar, y continuó tomado la orden de la pareja.
-¿Qué desean ordenar? – preguntó Julián, con su voz masculina y fingida, aferrando una libreta y una birome, listo para tomar la orden.
-Un chesse cake Cute, y un café con crema para mí- dijo el hombre, no muy caballeroso según el ojo de Julia, que lo miró extrañada por su descortés pedido, sin tomar en cuenta a su pareja, luego anotó lo que dijo y miró a la señorita a los ojos.
-¿Y la señorita? – le preguntó a la blonda enrulada que miraba con sus ojos abiertos las facciones sonrientes de Julián, que al parecer le atraían más que las del acompañante, y su cortesía mezclada de dulzura le asombró, ruborizándola. Otro de los factores era la voz masculina, que ya por la práctica le salía tan autentica que hacía creer a cualquiera que era un hombre.
-Un brownie de chocolate blanco y un té verde con miel, por favor- dijo ella que reflejaba en sus ojos color ámbar su imaginación: una torre de un castillo, ella encerrada mirando desde el balcón a su príncipe, Julián, que venía a recatarla del dragón, su novio. Ella se tiraba de la torre y el esbelto príncipe la atajaba de la caída en brazos como si ella fuera una princesa y se escapan en corcel.
-En breve se los traigo- dijo terminando de anotar el pedido y inclinándose un poco, para seguir con sus pedidos.
La reacción de la muchacha la llenó de satisfacción, su papel llegado a ser tan perfecto que ella misma se asombraba de sus logros, era totalmente diferente siendo Julián, y lo disfrutaba completamente. Era como si hubiera nacido para ser un hombre, uno seguro, y no una indefensa y perdedora mujer. En medio de la distención de músculos de la gran actriz Julia, presta atención al disturbio que su compañera de trabajo estaba generando en la confitería con un cliente, que ya la estaba cansando, pero intentó seguir con su trabajo.
-¿Pero quién te creés que sos? Si no te gusta el lugar, ahí tenés la puerta, andáte- rugió Sophie, que estaba hecha una fiera.
-Si sos una inútil, ¡la confitería no tiene la culpa!- exclamó el comensal. Eso fue la gota que rebalsó el vaso. Julia dejó la libreta en la mesa que estaba por tomar la orden y se dirigió furiosa al lugar donde le gritaban a su amiga.
-Te acabo de pedir perdón, ¿qué querés que haga? No voy a arrodillarme a pedirte perdón, ya te traje algo para que te seques –dijo un poco angustiada en la voz Sophie.
-¿Qué pasó? –preguntó Julián mirando a ambos con el entrecejo fruncido.
(...)
Espero que les guste mucho y hagan las criticas costructivas que gusten :B les agradezco que lo hayan leído, espero volver a publicar mi novela :B
Yane!! n.n
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